domingo, 15 de noviembre de 2009

La última llave


Encontrose el hombre con una gran puerta. Maderas gruesas y gastadas por los años. Dimensiones gigantescas recorridas por el tiempo.


Confundido por la situación el hombre miró hacia arriba y la inmensidad del cielo cayó en su cabeza. La puerta se perdía en las nubes. Decidió bajar la mirada y gastar un poco el piso. Se encontraba abatido por la grandeza de la estructura.


Esperanzado de encontrar mejor suerte giró su cuello buscando el borde de la puerta. Desilusionado posó la cien en sus manos. Estaba encerrado y derrotado por una puerta sin fin. A tientas palpó los contornos de la rocosa puerta. Durante horas buscó una respuesta.


Ninguna señal apareció. Sólo un diminuto detalle de metal incrustado y forjado. Era una cerradura. Buscó desesperadamente entre sus ropas una llave. Necesitaba abrir esa puerta para entrar al mundo de la verdad que se escondía traspasándola. De repente encontró una. Sólo una. La tomó tímidamente entre sus dedos e intentó introducirla en la cerradura.


Mientras decía mentalmente una plegaria, la llave penetraba cual guante en una mano. La giró y pudo abrir la puerta.


La puerta hacia la cultura.

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